viernes, 29 de marzo de 2013

CARTA A UNA ECIJANA. IN MEMORIAM









Querida amiga:
Repuesta, poco a poco del tremendo impacto que me produjo tu muerte a manos de tu marido;
Intentado reconducir mi indignación, impotencia, odio, asco, hacia algo más positivo, que no me haga daño en el cuerpo ni en el alma, que no me haga desistir de la lucha que tantas mujeres han y hemos tenido a lo largo de la historia para conseguir algo tan sencillo y tan justo como que todas y cada una de nosotras podamos morir en la cama después de una vida tranquila, sin miedo, con mas o menos problemas pero rodeadas de las personas que nos quieren y nos respetan, me atrevo a escribirte esta carta a ti y a todas las maltratadas que son y han sido; para que no haya otras  en el futuro, para que tu muerte no haya sido en vano.
Me pregunto qué le dirías tú ahora a esas mujeres que van a morir o que ya son unas muertas en vida.
Esas mujeres que un día como tú, se enamoraron y decidieron unir su vida a un hombre, con toda la ilusión del mundo, que decidieron tener y criar sus hijos e hijas contra viento y marea, y ven, día a día como su vida se va convirtiendo en un infierno del que no ven escapatoria, que están en un continuo “a ver si…”
¿Qué les dirías? A esas que creen que las cosas pueden cambiar de milagro, que aguantan situaciones de menosprecio, de acoso, de injusticia, de desamor, de violencia…
¿Por qué? ¿Por sus hijos e hijas? ¿Por amor? ¿Por el qué dirán? ¿Por qué consideran un fracaso romper su pareja? ¿Por no disgustar a su familia?
No hay mayor dolor para nuestros hijos e hijas que ver sufrir a su madre día tras día o perderla definitivamente.
No se puede querer a quien no te respeta, te maltrata o menosprecia. El amor es otra cosa. Quien ha tenido la suerte de conocerlo, sabe que el amor es reciprocidad, es ser cómplices, es alegría de vivir, de proyectos comunes, de apoyo mutuo en la adversidad, y cariño en los gestos y  palabras.
¿Qué dirán? Las personas de bien, las que nos quieran, y nuestra familia, dirán que somos dueñas de nuestra vida, de la única que tenemos y tenemos derecho a ser todo lo felices que podamos de una u otra manera y estarán dispuestas a darnos siempre su apoyo.
Las otras, las que no nos quieran ¿A quién le importa su opinión?
¿Un fracaso romper una pareja? Fracaso es simular que hay amor dónde no lo hay; fracaso es resignarse a , fracaso es renunciar a una vida plena de cariño y tranquilidad.
Ya sé que es todo muy difícil. Que a pesar de leyes y ayudas institucionales, esta sociedad te envuelve a poco que te dejes, en una red de complicaciones, de culpabilidad, de papeles asumidos desde la infancia, de sobrecargas emocionales, de dependencias que impiden que las mujeres seamos dueñas de nuestro destino, que tengamos el control de nuestra propia vida.
Siento no haberte conocido, aunque ello sólo hubiera añadido más dolor e impotencia a la que ahora siento, pero seguro que me enriquecerías y tendría muchas cosas que aprender de ti.
Ojalá que tu muerte sirva para que otras mujeres salgan de la espiral de violencia en la que viven, busquen la ayuda adecuada, se replanteen su vida y le planten cara y coraje.
Estoy segura que tú también lo hubieras hecho si te hubieran dado la oportunidad que no has tenido.
Lo siento. ¡No sabes cuánto!

domingo, 24 de marzo de 2013

UN CIERTO SILENCIO, de Ángeles Caso.















Hago mías todas y cada una de las palabras de Ángeles Caso. Si acaso, añadiría, por pedir algo más, salud y fuerza; ilusión y tiempo para emprender pequeños nuevos proyectos y mantener algunos compromisos adquiridos.

Es maravilloso tener la suerte de que alguien diga de manera mucho más bella, lo que una piensa.



UN CIERTO SILENCIO
Lo que quiero ahoraLo que quiero ahoraLo que quiero ahoraLo que quiero ahora
Magazine | 19/01/2012
Por Ángeles Caso
Será porque tres de mis más queridos amigos se han enfrentado inesperadamente estas Navidades a enfermedades gravísimas. O porque, por suerte para mí, mi compañero es un hombre que no posee nada material pero tiene el corazón y la cabeza más sana que he conocido y cada día aprendo de él algo valioso. O tal vez porque, a estas alturas de mi existencia, he vivido ya las suficientes horas buenas y horas malas como para empezar a colocar las cosas en su sitio. Será, quizá, porque algún bendito ángel de la sabiduría ha pasado por aquí cerca y ha dejado llegar una bocanada de su aliento hasta mí. El caso es que tengo la sensación –al menos la sensación– de que empiezo a entender un poco de qué va esto llamado vida.
Casi nada de lo que creemos que es importante me lo parece. Ni el éxito, ni el poder, ni el dinero, más allá de lo imprescindible para vivir con dignidad. Paso de las coronas de laureles y de los halagos sucios. Igual que paso del fango de la envidia, de la maledicencia y el juicio ajeno. Aparto a los quejumbrosos y malhumorados, a los egoístas y ambiciosos que aspiran a reposar en tumbas llenas de honores y cuentas bancarias, sobre las que nadie derramará una sola lágrima en la que quepa una partícula minúscula de pena verdadera. Detesto los coches de lujo que ensucian el mundo, los abrigos de pieles arrancadas de un cuerpo tibio y palpitante, las joyas fabricadas sobre las penalidades de hombres esclavos que padecen en las minas de esmeraldas y de oro a cambio de un pedazo de pan.
Rechazo el cinismo de una sociedad que sólo piensa en su propio bienestar y se desentiende del malestar de los otros, a base del cual construye su derroche. Y a los malditos indiferentes que nunca se meten en líos. Señalo con el dedo a los hipócritas que depositan una moneda en las huchas de las misiones pero no comparten la mesa con un inmigrante. A los que te aplauden cuando eres reina y te abandonan cuando te salen pústulas. A los que creen que sólo es importante tener y exhibir en lugar de sentir, pensar y ser.
Y ahora, ahora, en este momento de mi vida, no quiero casi nada. Tan sólo la ternura de mi amor y la gloriosa compañía de mis amigos. Unas cuantas carcajadas y unas palabras de cariño antes de irme a la cama. El recuerdo dulce de mis muertos. Un par de árboles al otro lado de los cristales y un pedazo de cielo al que se asomen la luz y la noche. El mejor verso del mundo y la más hermosa de las músicas. Por lo demás, podría comer patatas cocidas y dormir en el suelo mientras mi conciencia esté tranquila.
También quiero, eso sí, mantener la libertad y el espíritu crítico por los que pago con gusto todo el precio que haya que pagar. Quiero toda la serenidad para sobrellevar el dolor y toda la alegría para disfrutar de lo bueno. Un instante de belleza a diario. Echar desesperadamente de menos a los que tengan que irse porque tuve la suerte de haberlos tenido a mi lado. No estar jamás de vuelta de nada. Seguir llorando cada vez que algo lo merezca, pero no quejarme de ninguna tontería. No convertirme nunca, nunca, en una mujer amargada, pase lo que pase. Y que el día en que me toque esfumarme, un puñadito de personas piensen que valió la pena que yo anduviera un rato por aquí. Sólo quiero eso. Casi nada. O todo.

lunes, 11 de marzo de 2013

FESTEJÉMOSNOS: 8 DE MARZO






Hoy, corto y pego,  esta especie de responso escrito, seguramente por compañeras argentinas, en agradecimiento a las que antes que ahora han luchado y a las que continúan luchando por la igualdad entre hombres y mujeres.

Hoy, 10 de marzo, en Écija, tenemos que celebrar que ya existe un polideportivo llamado Mª del Carmen Ruíz Cano; que se ha concedido el premio a la Igualdad a Lola Fernández y Marian Albalat, del Rincón lector La Galatea,y el Premio "Miradas de Igualdad a Rafael Silvestre.

Pero, sobre todo, tenemos que celebrar,que a pesar de las dificultades, las Asociaciones de Mujeres de Écija, seguimos unidas en el Consejo Local de las Mujeres, e involucrando, de mayor o menor grado, a los partidos políticos, a otras asociaciones,sindicatos y ciudadanía en general, en este " Largo camino hacia la Igualdad" que dice el título de la fotografía de Fali Silvestre.
 
Efectivamente, el camino es largo y lleno de baches,charcos y obstáculos.
En este momento, corremos el peligro de desandar lo andado. No podemos permitir que los recortes recorten nuestros derechos que tanto ha costado conseguir.


La igualdad entre mujeres y hombres debe consolidarse como garantía para que la sociedad no sólo no involucione ideológicamente, volviendo a tiempos indeseables para las mujeres, sino también como garantía de mantenimiento de los principios universales de justicia y democracia.