domingo, 29 de mayo de 2011

A MIGUEL MONTES


Hace ya tres años, la Asociación Audiovisual Thánatos, dedicó su jornada cultural a Miguel Montes, amigo y artesano-artista, inventor del "Chatarroarte" y publicó un librillo donde sus amigos y amigas, que tuvimos la suerte de conocerle, escribimos algunos textos. Se titulaba "Memorias de un fresno.Momentos con Miguel"

Mañana, domingo, 29, su familia y quienes tanto le queremos, celebraremos la apertura de un parque que lleva su nombre como a él le gustaba: de forma sencilla, creativa, sin protocolo y con cerveza.

Entonces, en aquel librillo de la velada Cultural, escribí un pequeño texto que ahora reproduzco,que no tiene otro valor que el de dar fé de mi cariño por Miguel.
Ahí va:

"Fué mi amigo de cada día.
Y pierdo su ternura, que era parte de mi pan"
(P. Neruda)

EL CAMINANTE

El caminante llegó al pueblo con lo puesto.
Nadie sabía de dónde venía ni a qué se dedicaba.
Llegó una mañana de otoño, como llega el invierno, sin avisar.Radiante como un día de primavera y sudoroso como sólo se suda en verano.
El caminante creyó que los árboles eran torres, que las torres eran árboles a los que abrazaba con sonrisa de deleite.
Le gustó el pueblo y decidió quedarse.
Pronto la gente empezó a conocer a aquel hombre-niño, a aquel niño-hombre, y nunca dejó de asombrarles.
Tenía poderes: hablaba con los objetos y los convertía en seres completamente diferentes.
Transformaba las botellas en floreros, las cafeteras en lámparas, la ropa en lienzos, las chapas en zarcillos.
Fueron acercándose a él y se dieron cuenta que también cambiaba el sentido de las palabras:
dónde decía humor, ponía amor.
Cuando hablaba de utopía, quería decir sueño.
Leía carencia y quería decir querencia.
Contaba historias maravillosas que nunca llegaron a creer del todo.
Decía que había sido nombrado caballero amante.Amante de mil Dulcineas.
Contaba viajes imposibles como pirata de mil bares, conocedor de personajes de cuento.
Hablaba con propios y extraños, y reía, siempre reía.
La felicidad era su piel.
Dónde decía vida, quería decir fiesta, dónde decía fiesta, significaba amistad.
Aunque envidiosos de su libertad, ricos y pobres, hombres y mujeras, niños y niñas, ancianos...aprendieron a quererlo como era.
Un día se fué.
Nunca supieron a dónde.
Se marchó, como llegó: sin avisar.
Y nunca pudieron olvidarlo, porque él había cambiado la palabra OLVIDO por TERNURA.

No hay comentarios:

Publicar un comentario