lunes, 9 de junio de 2014
EL CUADERNO AMARILLO
EL CUADERNO AMARILLO
En marzo de 2007, presenté este relato corto al Concurso "Victoria Sendón" de relatos por la Igualdad y fui sorprendida con la obtención del único premio concedido.
Hoy, he recordado que no estaba en mi blog, y me permito ponerlo aquí por si algún alma cándida tiene a bien leerlo, ya que se agotaron los ejemplares en su día.
No por el éxito de la publicación, sino porque se imprimieron muy pocos.
En honor ala verdad, tengo que decir que no hubo muchas personas competidoras. Pero me hizo mucha ilusión, porque en el texto hay escondidas muchas cosas autobiográficas debidamente camufladas que algunas personas muy allegadas descubrieron.
Su mayor mérito es que se lee rápidamente.
Espero que os guste.
EL CUADERNO AMARILLO
No sé por qué nos preocupamos
de los hombres y sus batallas;
la historia de las mujeres es mucho
más interesante.Theodoro Fontaine
ME LLAMO ANGUSTIAS
Me llamo Angustias, sí. Un nombre que, si te lo tomas en serio, te quita la alegría de vivir. Afortunadamente, no es mi caso.
Soy discapacitada. En realidad, medio discapacitada. Es decir, discapacitada de cintura para abajo.
Mis piernas no me responden, mis genitales están en estado de reposo, y mis esfinteres no funcionan muy bien.
Pero de cintura para arriba soy una máquina. No se puede pedir más a mi edad.
Mi hija, las más pequeña me ha regalado un cuaderno de lujo, de pastas amarillas,dice que para que escriba mi vida.
Sospecho que me ve algo disminuída de memoria y quiere que le deje algo antes de que la pierda completamente.
No es mala idea. Lo voy a hacer con la condición de que no lo lean hasta que me vaya al otro barrio.Yo sola me río pensando en la cara que van a poner cuando lo lean.Nunca sabrán lo que hay de verdad y fantasía en mi relato.
La verdad es que siempre me ha gustado escribir . Hace años gané un concurso de cartas de amor, convocado por una emisora local.
Me hizo mucha ilusión, aunque me "castigaran" con la obra, casi completa, de Corín Tellado.
Él
A Él no le gustó nada.
Digo que no le gustó nada mi carta de amor. Sospecho que un poco porque no iba dirigida a su persona y, por otro lado, porque nunca llegó a saber, ni tuvo la humildad de preguntar, lo que había de autobiográfico y de fantasía en la carta. Era una carta de mujer a mujer, de amor lésbico.
Él fue el objeto sexual de mi vida.
Sí. ¿por qué llamarle amor a lo que solamente era sexo? Ahora lo sé.
Me casé con Él por tener sexo seguro. No le engañé. Me engañé a mi misma. Quería casarme, la verdad.
En aquella época, y me temo que todavía en esta, para una mujer, casarse era poco menos que triunfar en la vida, por mucho que unas cuantas progres intentáramos negarlo.
Pero no me arrepiento. No fué un mal tipo, y en la cama, un fuera de serie, la verdad. Nunca entendí cómo una persona tan dulce y generosa, tan dulce y apasionada en el sexo, se transformara, como el Dr. Jeckill, en un nazi.
Quizás sea exagerado el calificativo.
Quiero decir que era una mente cuadriculada, la perfección en sí misma, el orden y la mesura.Lo previsible. En cualquier día y hora yo sabía perfectamente lo que estaba haciendo, nada dejaba al azar.
En aquella época pensaba que nuestro matrimonio funcionaba porque nos completábamos, porque era mi media naranja, mi opuesto.
¿Funcionar? ¿Qué significa funcionar? ¿Que no se rompa el lazo matrimonial?
¿Media naranja? ¿Qué significa media naranja? ¿Quién quiere la mitad de algo? Yo no lo sabía, pero en realidad quería ser entera, no mitad de nada.
Lo vuelvo a decir: era un buen tipo. Siempre le he sido infiel
Bueno, infiel con el pensamiento, porque en realidad solamente le ¿traicioné? una vez, y más que una traición fue una travesura maravillosa.
LA TRAVESURA
Gracias a mi dominio de los idiomas (mi padre se crió en Francia y vivimos allí hasta que se jubiló) conseguí un empleo de mierda como recepcionista de un hotel.
Digo de mierda porque me pagaban un sueldo miserable, como a todas las mujeres que trabajábamos allí, la mayoría inmigrantes que no podían acceder a otro trabajo mejor por carecer de papeles, o pringadas como yo, que tenía que conciliar, como se dice hoy, la vida personal y profesional.
Ganar, ganaba poco, pero conciliar, conciliaba bien. Como ÉL era funcionario ¿Qué otra cosa podría ser?. solamente trabajaba por las mañanas y yo por la tarde-noche, y así podíamos atender a nuestras niñas. Sí, me "dio" tres niñas, de las que luego hablaré. O tal vez no. No sé por qué siempre las mujeres tenemos que hablar de nuestras criaturas. No sé si podré resistirme.
A lo que íbamos: la travesura.
ÉL, EL SEGUNDO,llegó al hotel en primavera. No podía ser de otra manera.
Pelo negro, ojos negros, tez morena, sonrisa blanca.Cuando lo vi pensé en lo que daría por tener una sonrisa como aquella esperándome en mi casa cada día. Pensé que que mejor se quedara así, callado y sonriendo. Temía que al hablar se deshiciera el hechizo.
Pero habló, con dulce acento francés, y su voz me sonó a música celestial.
Se registró en el hotel por una semana, y cada tarde esperaba su sonrisa con ansiedad, y cada día se paraba conmigo a hablar un poco más: sobre la ciudad, sobre su trabajo, sobre el mío, las comidas, nuestro común origen francés, sobre...en fin, cosas sin importancia. Y nuestro encuentro era una fiesta, un juego de seducción.
La víspera de su partida me sorprendió con la famosa frase de la canción, dicha así, a bocajarro, como quien te invita a una copa: Voulez vous couche avec moi?
¿Quién podría negarse? ¿Qué tenía que perder? ¿Por qué no?
Nunca había sido una transgresora, nunca había hecho ninguna locura, ni sacado los pies del plato. ¿A quién le iba a hacer daño?
Fue fácil. Aquella noche, oficialmente, hice doble jornada, con la excusa de que mi compañera estaba enferma. Y todo sucedió con la mayor naturalidad. Fue una despedida maravillosa, y durante un mes por lo menos, no se me borró la sonrisa de los labios.
ÉL notó algo, estoy segura: -¿Qué te pasa?, estás como ida.
- Nada, cosas mías.
Nunca se lo dije, naturalmente, ¿Para qué?
Creí que en algún momento me iba a remorder la conciencia, pero no.
"Me guardé su recuerdo, y todavía lo administro en pequeñas y calculadas dosis hasta la jubilación de mi memoria". Esta frase no es mía. La leí en alguna parte , pero no recuerdo dónde. ¿Corín Tellado?
Más tarde vi la película de Clint Eastwood, "Los puentes de Madinson" y me sentí identificada con su protagonista, Meryl Streep. No paré de llorar.No de pena, sino de emoción. ¿Qué pensarán mis niñas cuando lean esto? Mis niñas...
MIS NIÑAS
Sí, he tenido tres niñas. Tres niñas luminosas: Luz, Alba y Sofía. Bueno, en realidad, la tercera se llama Filomena, a mi pesar, Filomena Sofía.
Fué una concesión que le hice a Él.Le hacía ilusión que llevara el nombre de su madre y accedí con la condición de ponerle un segundo nombre, Sofía, que como todo el mundo sabe, quiere decir sabiduría.
Yo la llamo, cariñosamente Filo-Sofía. De pequeña se enfadaba, pero ya le hace gracia.
He pensado durante mucho tiempo por qué las he tenido, y creo que ya lo sé.
La primera por imitación. ¿Alguien ha pensado por qué tenemos hijos las mujeres?
Seguramente porque siempre ha sido así. Nuestras abuelas los han tenido; nuestras madres también y todo el mundo espera que nosotras lo sigamos haciendo, y nos dejamos llevar.
Admiro a esas mujeres que van contracorriente, que han tenido el valor de negarse a tener hijos por algún motivo, so pena de ser criticadas, cuando no compadecidas.
También a las que saben lo que hacen y asumen su responsabilidad sola o compartida.
Pero la verdad es que yo a mi Lucecita la tuve porque era lo que se esperaba de mí, no podía defraudar al mundo mundial, y estoy segura de que, de no haberla tenido en aquella época, me sentiría como una Yerma cualquiera.
La segunda, ya la tuve por capricho, y la tercera por placer, como dice la canción.
A mi Filo- Sofía la busqué conscientemente, con la intención, ya en la mudarez, de saborear mi maternidad.
Tengo la teoría de que los hijos son como los cuadros que pinta una pintora, o como la obra de una escultora. No salen perfectos, perfectas, pero son tu obra, les has puesto mucho cariño y trabajo, y eres quien más los aprecias, si sabes aceptarlos como son.
Mis niñas, está feo que yo lo diga, son ya tres mujeres con un par de ovarios cada una.
Ya hace tiempo que no viven conmigo, que abandonaron el nido, pero mi nido no está vacío, nunca lo estuvo.
EL NIDO VACÍO
Sin embargo, cuando se marchó la última de casa definitivamente, algo cambió en mi matrimonio. Se convirtió en un matrimonio hemipléjico: La mitad activa (yo) y la mitad paralizada, ÉL.
En verdad siempre había sido así, pero nunca fui consciente de ello hasta que nos quedamos solos.
Comíamos juntos, dormíamos juntos, a veces follábamos juntos, y callábamos juntos.
Me compré un ordenador. Descubrí Internet, la fotografía digital, el pirateo, el chateo...Nunca creí que me resultaran tan fáciles las nuevas tecnologías.
ÉL supervisaba mis avances con aires de suficiencia, me corregía los fallos con una sonrisilla de superioridad, como si ÉL nunca los tuviera. Me ponía de los nervios, pero nunca decía nada, en aras de la paz familiar.
La misma sensación tuve cuando, años atrás, saqué el carnet de conducir. Parecía tener siempre al profesor-dios al lado, permanentemente.
Me matriculé en la universidad y se me abrió un mundo de posibilidades. Conocí gente, aprendí, estudié, iba al cine,al teatro, de copas...Al principio le animaba a que me acompañara, pero con el tiempo, tras muchas negativas, aprendí a hacerlo por mi cuenta.La hemiplejia se consolidaba y yo crecía.
De vez en cuando seguía desempeñando el papel de la mujer de...en celebraciones familiares, comidas de compañeros de trebejo, en las terribles barbacoas del domingo:matrimonios perfectos, hijos perfectos,chistes de rigor y temas recurrentes aderezados con mala leche contenida:
La compra de un coche nuevo, de una nueva vivienda, los precios en alza, los hijos e hijas bien colocados, las separaciones y divorcios, los achaques cada vez más frecuentes, el último pelotazo...palabrería sin compromiso.
De vez en cuando me entraba la depre.
Yo sabía que no era el síndrome del nido vacío, que era algo más profundo a lo que no quería hacerle frente, que mi vida sentimental no iba bien, pero miraba hacia otro lado.
A veces intentaba aclararlo con ÉL, pero ÉL no le daba importancia:
-Será la menopausia.
-Estarás estresada con tanto trabajo, estudios, salidas...
- Todas las parejas pasan por malos momentos.
- no pretenderás que una relación de treinta años funcione como el romance de los primeros tiempos.
Pensaba que ya todo estaba dicho entre nosotros. Si nos habíamos casado, nos queríamos.Qué necesidad había de darle vueltas al asunto.
La incomunicación era difícil, y los malentendidos fueron acumulándose entre los dos como un muro insalvable.
Terminé por no decir nada sobre el tema, pero no dejaba de pensar y pensar. Me parecía una cobardía continuar una relación por rutina, y una deslealtad hacia la persona que quería tanto. Así que decidí separarme.
LA SEPARACIÓN
Y sí, me separé, pero no como yo hubiera querido.
Justamente cuando me decidía a planteárselo, ÉL enfermó.
Al principio, pensando que era una enfermedad pasajera, decidí esperar a que se recuperara para hablarle. Pero cuando comprendí que su enfermedad era irreversible, decidí acompañarle hasta su partida.
No me arrepiento. El proceso fue suficientemente largo para permitirme reconciliarme con ÉL, para demostrarle y demostrarme mi cariño, que no estaba reñido con nuestra incompatibilidad de caracteres, de proyecto de vida; y lo suficientemente corto para no ser demasiado penoso.
En cierta ocasión leí un relato de una mujer maltratada, cuyo único escape era fantasear diseñando el modelito que luciría en los funerales de su marido con toda suerte de detalles.
Me pareció terrible porque sé que, para algunas mujeres la muerte de su compañero es la única salida viable a su situación.
No era mi caso. Aunque estuviera maltratada psicológicamente, yo sí tenía una salida.
Y ÉL se fue tranquilamente, sin resistencia, orgulloso del tratamiento que le dio su familia.
Y yo me quedé...¿Cual es la palabra? Desconcertada.
En mi mente se entremezclaban sentimientos contradictorios. Sabía que yo no era una viuda al uso a la que, de repente, se le cae el mundo encima porque no puede llenar el hueco que en ella deja la persona querida como, aparentemente, le le sucedió a mi madre.
Pero tampoco me alegraba de su partida. Al fin y al cabo había sido el padre de mis hijas, un buen padre y, ya lo dije, un amante perfecto.
No sabía qué se esperaba de mí ¿que me arrojara a la pira funeraria? ¿Que me retirara del mundanal ruido? ¿Convertirme en la clásica viuda alegre?
Decidí dejarme llevar por mis sentimientos y hacer lo que me pidiera el cuerpo.
A fin de cuentas la madurez es eso: tomar las riendas de nuestra propia vida.No dejar que la vida, las convenciones sociales nos gobiernen.
Recordé a mi madre más que nunca.
MI MADRE
"El feminismo ha sido y es esa suma de acciones contra corriente,
rebeldías y afirmaciones que tantas mujeres han hecho y hacen
sin tener para nada la conciencia de una voluntad comun"Amelia Valcárcel
Mi madre, sin saberlo, era una feminista.
No estudió. Se dedicó en cuerpo y alma a su familia; fue cuidadora,administradora y conciliadora del clan familiar. Era fiel reproductora de los roles femeninos acuñados en siglos de historia.
Sin embargo,algo en su interior le empujaba a amar la independencia, la libertad, e intuía que, solamente con formación adecuada y autosuficiencia, sus hijas podrían ser libres de la esclavitud a que ella estaba sometida más o menos conscientemente.
Por eso se empeñó en que estudiáramos en igualdad de condiciones que nuestros hermanos varones, aunque para ello tuviera que enfrentarse a la incomprensión de mi padre, que pensaba que para una mujer era más que suficiente conocer las cuatro reglas y adiestrarse en la labores del hogar para ser feliz y hacer feliz a su familia.
Cuando falleció mi padre era todavía una mujer joven, pero adoptó el papel de de viuda desconsolada, asidua de la iglesia y del cementerio.
Si embargo, yo percibí en ella un cambio notable. Rompió con horarios y compromisos, se la veía tranquila y radiante, nada que ver con la mujer tensa que siempre habíamos conocido.Aunque ella no lo reconocería, se la veía feliz.
Mi madre.
Se murió con las ganas de ver a sus nietas bien casadas, o por lo menos , eso decía, aunque yo me reservo mis dudas; no sé si realmente lo deseaba.
Mi madre.
Cruelmente se prolonga su ausencia.
LA SOLEDAD
"Hay algo peor que estar sola;estar acompañada y sentirse sola".Carmen Alborch
A pesar de mi "discapacidad" no me siento sola, la verdad. Sé que cada vez necesitaré más ayuda, y no se me caerán los anillos por solicitarla.Es lo menos que me merezco. Yo también he ayudado a quien lo ha necesitado cuando he podido.
Mis hijas, hasta ahora, respetan mi independencia y no insisten en llevarme a vivir con ellas o venirse a vivir conmigo. Se lo agradezco. No soporto a las personas jóvenes que tratan a las mayores como si fueran criaturas a las que hay que resolver todos sus problemas porque consideran que no están capacitadas para hacerlo.
Sí, la soledad me gusta.
Me gusta echarme en cama en aspa, como dice Maruja Torres, y cambiar de un lado al otro en busca de fresquito en verano o enroscarme en mi manta eléctrica, maravillosa, en invierno; abrir la ventana si hace calor o cerrarla si tengo frio sin contar con el beneplácito de nadie.
Me gusta ser dueña de mi tiempo. Leer hasta que me duermo, levantarme sin prisas, comer sin consultar el reloj,
Me encanta asomarme al balcón e inventarme historias sobre la gente que pasa.
Disfrutar, en fin, de las pequeñas cosas que hacen que tengamos momentos felices.
¿Qué más puedo pedirle a la vida? Creo que he sido, que soy, una mujer afortunada, por haber nacido en esta época y en este lugar.
A menudo pienso en la vida de las mujeres del mundo eufemísticamente llamado "en vías de desarrollo", las más pobres de los pobres, víctimas de violencia y enfermedades, víctimas de violencia y enfermedades,cuando no de mutilaciones, crímenes de amor o prostituidas.
Sí, creo que soy afortunada. Sólo me queda esperar una muerte dulce, como cuando te sumerges en un profundo sueño.
Pero mientras tanto, todavía espero que la vida me de alguna sorpresa agradable, algo inimaginable. No sería extraño. Hace unos meses sucedió algo que ha transformado mi vida: ME ENAMORÉ.
EL AMOR
"Yo te buscaba y llegaste
y has refrescado mi alma
que ardía de ausencia"Safo
Y ahora estoy segura de que es amor, que no sexo. ¡A mi edad!
Hace unos meses enfermé de neumonía. Debido a mis dificultades para moverme, tuve que solicitar un ATS que me inyectara todos los días en casa. Y llegó ÉL. El tercero.Yo le llamo el hombre de mi otra vida.
En principio no me pareció nada especial, nada fuera de lo común.Eso sí, le vi maneras: educado, amable, simpático...nada especial. Llegaba, saludaba, hacía su trabajo, algún comentario...Un día aceptó tomar un té conmigo y charlamos un rato.
Desde aquel día, ya fue una norma.Me di cuenta de que esperaba con ilusión su llegada; que cada vez demoraba más su partida, que intimábamos, que su llegada era una fiesta.
Curiosamente, a pesar de la diferencia de edad, coincidiamos en gustos sobre cine, libros, viajes o música. Nos recomendábamos programas de televisión, páginas web, recetas de cocina.
Se terminaban las inyecciones y yo saboreaba lo que creía que iban a ser nuestros últimos encuentros.
Afortunadamente, no ha sido así. ÉL, el tercero, sigue viniendo a verme, siempre sin compromiso.Se limita a avisarme con antelación. Y mientras tanto, nos mandamos mensajes de móvil, coincidimos en el messenger o nos llamamos por cuestiones sin importancia.
ÉL me quiere, estoy segura, eso se nota.
Al principio creí que se limitaba a cumplir con su trabajo y ser amable. Pero ahora lo veo llegar, tan contento de verme, reirse con mis cosas y traerme pequeños detalles: un libro, una canción pirateada, una película, un trozo de pastel, cualquier cosa, y siento que, como a mí, se le pasa el tiempo que estamos juntos, volando.
¿Es amor? ¿Es amor platónico? ¿A quien le importa?
Es un regalo de la vida. Me conformo con poderle mirarle, escucharle, reir juntos, disfrutar de su compañía de vez en cuando.
Y cuando no está, en mi soledad, miro sus fotos, nuestras fotos, como una quinceañera cualquiera.
Me miro al espejo y no me reconozco.No puedo ser yo esa mujer tan mayor.
Y, sin embargo, presiento que se acerca el final de mi vida. Pero no me asusta, por lo menos, hasta ahora.
LA MUERTE
"Me está gustando esto de envejecer,
quita las preocupaciones de la vida"
Paul Auster
Sé que la vida es una sucesión de despedidas.
Sé que, en realidad, solamente somos un milagro químico que funciona y que puede fallar en cualquier momento; que, a mi edad, la muerte es un hecho más que probable.
Pero no importa. De todas formas, aunque viviera tres vidas no me daría tiempo a leer todo lo que me gustaría leer, ni viajar a tantos lugares como desearía, ni conocer a tanta gente que me interesaría conocer. Nunca mi curiosidad quedará satisfecha.
Solamente temía al deterioro físico. No me refiero al deterioro actual, que voy asumiendo.
Mis hijas se ríen porque les digo que sufro triple incontinencia.
Primero fue la incontinencia urinaria que, aunque en el pasado fue algo traumatizante para muchas mujeres, actualmente, gracias a los adelantos de la ciencia farmacéutica, se lleva con dignidad.
Después entré en la fase de la incontinencia afectiva. Esa especie de blandenguería, ese tener siempre las lágrimas a punto, por la más mínima emoción.
Yo, que siempre me he vanagloriado de ser una mujer dura, incapaz de usar el llanto como arma de destrucción al prójimo, que he sabido controlarme, ahora me emociono por cualquier tontería. Y me encanta, porque me he dado cuenta que despierto ternura. Son los encantos de la vejez.
La tercera incontinencia es la peor. No para mí, sino para los demás.
Es la incontinencia verbal, y también tiene su punto, aunque, a veces, fastidie a alguien, y lo reconozco.
Pero es una gozada, a esta altura de la película, decir y opinar lo que te dé la gana, no buscar la aprobación de nadie.
A esta altura de la película, ya no busco que me quieran, me dedico a querer con todo mi corazón a quienes son merecedoras de mi cariño.
Decía que le temo al deterioro físico, pero ya no le temo. Lo he hablado con mi amor, el tercero,. Aunque se resistía a hablar de ello. me ha prometido que mi final será digno, que no permitirá que sufra y,si es necesario me pondrá una inyección "fetal" en el momento oportuno.
Ya sé que se dice "letal", pero yo digo fetal porque me imagino que la muerte es como volver al vientre de mi madre.
Mientras tanto, todavía, la vida seguirá corriendo hacia adelante...Mañana seguiré escribiendo.
Écija, 8 de marzo de 2007.
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